El 6 de julio de 1924, el neurólogo alemán Hans Berger registraba, por primera vez en la historia, la actividad eléctrica del cerebro humano.
Este fue el primer electroencefalograma de la historia y el comienzo de una era en que el cerebro dejó de ser un misterio para convertirse en un verdadero objeto de estudio.
Pero Berger quizás no imaginaba que, décadas tras su descubrimiento, los investigadores descubrirían cómo utilizar la electricidad del cerebro para controlar máquinas solo con la mente.
Semejante tecnología, llamada interfaz cerebro-computadora (BCI), abrió las puertas a un mundo de posibilidades que, con el curso de las investigaciones actuales, promete un futuro parecido al de filmes de ciencia-ficción como Johnny Mnemonic o The Matrix.
Por eso, veamos qué son y en qué consisten las interfaces cerebro-computadora (BCI), cuáles son sus aplicaciones actuales y qué nos depara el futuro de esta tecnología.
Una interfaz cerebro-computadora o Brain-Computer Interface (BCI) es una tecnología que permite a las computadoras leer, procesar e interpretar ondas cerebrales.
Esto significa que podemos enviarle órdenes mentales a ordenadores u otros dispositivos computacionales, lo que nos permite literalmente controlar máquinas con el pensamiento.
Aunque hay muchos dispositivos que emplean esta tecnología (la mayoría de ellos experimentales), el principio de todos es el mismo: utilizar sensores para medir la actividad eléctrica del cerebro, procesar las señales adquiridas y convertirlas en comandos que la computadora puede entender.
Ello permite establecer una comunicación directa entre el cerebro y el dispositivo, no solo a nivel cognitivo, sino motor y emocional. En otras palabras, se trata de leer la mente en todo el sentido de la frase.
El área de investigación más importante de las interfaces cerebro-computadora en nuestros días, es el desarrollo de aplicaciones para personas con alguna discapacidad y el tratamiento de trastornos neurológicos como la epilepsia, el trastorno por déficit de atención o hiperactividad (TDAH) o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Por ejemplo, en 2011 un grupo de investigadores de la Universidad de Washington logró que pacientes con epilepsia consiguieran mover el cursor de un ordenador con la mente, después de haberles insertado electrodos en el cerebro mediante un procedimiento quirúrgico.
Otro caso es el de Johnny Matheny, quien había perdido su brazo por cáncer y fue el encargado de probar el brazo robótico de la Agencia de Proyectos de Investigación de Defensa (DARPA). El brazo fue insertado quirúrgicamente y conectado con los nervios y músculos, cuyas señales eran leídas y procesadas para que Matheny pudiera controlarlo como si fuera un brazo real.
Pero también hay interfaces mente-computadora no invasivas, es decir que no requieren inserción quirúrgica de electrodos. Estos sistemas utilizan electroencefalografía (ECG) y machine learning para leer, procesar e interpretar la actividad cerebral.
Pero las interfaces cerebro-computadora tienen aplicaciones más allá de la medicina. Por ejemplo, en los videojuegos y el ocio. Actualmente tenemos ejemplos como Mindball, que permite mover una pelota mediante la detección de relajación del usuario, o Emotiv EPOC, que puede reconocer las emociones del usuario.
En un futuro cercano, las interfaces cerebro-computadora nos permitirán controlar completamente el dispositivo que queramos con la mente: ordenador, teléfono móvil, automóvil, etc. Ello por no mencionar dos consecuencias inmediatas de esta tecnología: la telepatía y la realidad virtual.
La telepatía será posible mediante interfaces cerebro-computadora-cerebro. De la misma forma que los celulares se comunican entre sí mediante torres transmisoras, los humanos podremos conversar e intercambiar recuerdos, emociones e información utilizando dispositivos receptores-emisores. Esto estarán insertados en nuestros cerebro o, mejor aún, serán periféricos situados en la cabeza en forma de auriculares que se podrán poner y quitar fácilmente. Algo que, definitivamente, puede cambiar la manera en que nos comunicamos y relacionamos unos con otros.
La otra posibilidad increíble, la realidad virtual completamente inmersiva estilo The Matrix, al igual que la telepatía cerebro-computadora-cerebro requerirá de interfaces que puedan no solo leer las ondas cerebrales, sino además enviarle al cerebro información que este pueda procesar e interpretar como estímulos visuales, auditivos y sensoriales para simular así un entorno virtual que se solape con o sustituya temporalmente el entorno real.
Como ves, las posibilidades de las interfaces cerebro-computadora son fascinantes, y lo mejor es que cada día se hacen grandes avances al respecto. Si te gustó el artículo, compártelo con tus amigos en las redes sociales o déjame un comentario para saber qué piensas de esta fascinante tecnología.
Esta entrada ha sido publicada el 11/06/2020 11:30
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