Hace algunos años (o décadas) los niños alucinaban con los tamagotchis y los Furby, juguetes con ligeras características robóticas que despertaban su imaginación hiperactiva. Sin embargo, actualmente las mascotas robots no son juguetes, sino que tienen muchísimas más aplicaciones que el mero juego con pequeños y adultos.
En este post, te comentamos sobre los modelos más interesantes sacados al mercado en los últimos tiempos. Cómo hacen uso de la inteligencia artificial, y qué beneficios y limitaciones entrañan a nivel de interacción con los humanos.
¿Cuáles son las mascotas robots más populares?
Hace cerca de 10 años, Sony lanzó al mercado un juguete robótico llamado Aibo, que en su última versión es más un robot que un juguete. Está fabricado en plástico, y es mucho más expresivo que el prototipo original. Tiene un sistema de aprendizaje continuo, que le permite conformar una personalidad capaz de adaptarse a su entorno.
Por otra parte, está Moflin, un robot muy parecido a una coballa, peludo y que emite sonidos muy adorables. Tiene capacidades emocionales, pudiendo responder a estímulos como caricias y sonidos, así que evoluciona en ese sentido como un ser vivo.
Como contraparte de Aibo, tenemos a Marscat, un gato biónico con comportamientos similares al de un gato real. Es totalmente interactivo, y su carácter cambia en dependencia de las circunstancias.
¿Qué beneficios tienen las mascotas robots sobre las reales?
Las mascotas robots hoy en día son una alternativa para personas que no pueden tener animales en casa, ya sea por alergias, porque no se permite que vivan en las viviendas o por falta de tiempo.
Obviamente las mascotas reales representan un gasto en el presupuesto mensual, tanto en comida como en medicinas, aseo, etc. Sin descontar el tiempo que debemos dedicar a que no se sientan solas, porque tienen necesidades sociales y emocionales, como nosotros.
Por tanto, una mascota robot puede ser mejor que una real en:
1. Sentar las bases para la responsabilidad hacia futuras mascotas
Todos los niños en algún momento comienzan a pedir a sus padres una mascota, pero claro, sabemos que por más que les decimos que será responsabilidad de ellos el paseo, el baño y la alimentación, al final somos los adultos quienes terminamos haciéndonos cargo de todo.
Por ello, una mascota robótica puede ayudar a que los niños concienticen las necesidades de un animal real. Además, puede que incluso nos ahorre buscar un cachorrito o minino, porque en realidad se ha demostrado que los niños ven a los robots y a las mascotas, como compañeros sociales.
2. Terapia para distintos padecimientos
Las mascotas robot se han ganado un espacio en numerosas instituciones de salud, sobre todo contribuyendo en la terapia para las personas con Alzheimer, en donde son capaces de reducir la ansiedad y la depresión, así como ayudar a mantener la concentración.
Los niños con autismo también son capaces de mejorar sus habilidades de comunicación y expresión, al interactuar con las mascotas robóticas. Lo cual ha dado pie a numerosos estudios que abalan la IA como recurso para el aprendizaje de infantes autistas.
3. A la larga, son más económicos
Si bien algunos modelos como Moflin pueden costar entre 300 y 400 euros, otros como Marscat y Aibo pueden llegar a los 1000 y 2000 euros. Y aunque de pronto parezca una inversión descabellada, sacando las cuentas de lo que cuesta mantener a un perro o un gato hoy en día, realmente nos saldrá más rentable la versión robótica.
¿Limitaciones? Por el momento, las mascotas robots no permiten una experiencia tan real, y hay que tener mucha cautela al sugerir que podrían sustituir a un animal de compañía.
Pero lo cierto es que a los niños les encantan: por esa ambigüedad entre lo animado y lo inanimado, y a los adultos nos despierta esa fantasía infantil que a veces pensamos extinta.
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